jueves, 3 de septiembre de 2009

Unos se “putean”, otros analizan



- Política
Argentina
- Filosofía
- Medios de
Comunicación


Mientras en el Congreso el espectáculo cuando menos es escandaloso, con “representantes” del pueblo haciendo gala de que pueden expresar lo peor de la sociedad, otros suman agudeza para comprender qué es lo que pasa.
Siempre ha sido así en la historia humana. Por esto, que hable el filósofo.

Sí, lo que sigue es una entrevista a Tomás Abraham, con quien se podrá estar a favor, en contra o ambas cosas a la vez. Y a quien hay que reconocerle una muy interesante mirada sobre la “realidad nacional”, entre otras cosas.
FF

-----
“La filosofía es pensar lo que sucede”

Con un tono irreverente y provocador, y sin perder la agudeza que lo caracteriza, el filósofo Tomás Abraham dialogó con Alfilo, la revista digital de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba.

Durante la entrevista, dijo que no se considera un pensador “progresista” y que está “retirado” de los medios de comunicación tradicionales porque no le gusta que le “pongan moldes ni ideológicos ni estilísticos”. Opina que el Observatorio de Medios, propuesto por el Gobierno e integrado por profesores de la UBA, se parece a una “KGB carnavalesca”. Consideró, no obstante, que “hay que hablar bien de los políticos que hacen las cosas bien” y confesó que se siente cerca de Hermes Binner.

Convencido de que los filósofos deben hablar de su tiempo, Abraham se refirió al papel de los medios en la actualidad, las tecnologías, el periodismo, el conflicto entre el gobierno y el campo, y, por supuesto, a la filosofía.

- ¿Te interesa, entonces, el ejercicio del periodismo a través de Internet?
- Tiene una cosa muy intensa, de una relación directa con el lector. Hay un lector vivo, que está presente. Se sabe que lo que uno escribe alguien lo va a leer. Eso es muy estimulante, porque hay que tener en cuenta que cuando uno escribe no sabe si alguien lo va a leer. Además, si alguien lo va a leer uno ni se entera que lo leyó. Esta es la práctica del escritor. Acá, uno sabe que lo que escribe alguien lo está leyendo. Pueden ser cien, doscientos o cuatro. Eso marca una relación diferente con la escritura. Es muy incitante. Por otro lado, hay un ambiente polémico porque la gente se puede expresar con seudónimos y decir lo que quiere. Eso, por lo general, puede llegar a embarrarlo todo, porque es un medio de agresividad. Pero también puede haber intervenciones que abren caminos y enriquecen alguna polémica que a veces no se da por otros medios. Considero que es un medio irreversible, que se va a ir transformando con el tiempo. De ahí no se vuelve.

- En algunos textos hacés referencia a la figura del contraopinador…
- Justamente, los medios digitales e Internet proponen un lugar libre, un lugar donde uno puede expresar y difundir ideas y no estar bajo la supervisión de grupos editoriales ni comerciales. Es un terreno donde no hace falta dinero, donde se crean redes infinitas y donde, además, uno puede buscar información sumamente importante y que no es la que transmiten los grandes diarios necesariamente. Porque son limitados, tendenciosos o porque tienen intereses propios. Pero uno puede entrar a la red y consultar todos los diarios del mundo, ya sea de cualquier país y en cualquier idioma, como medios alternativos, y formarse en una especie de ciudadanía informativa. Es decir, pensar la información. Para el intelectual, el profesor, el estudioso, pensar la información es muy importante. Para eso hay que cotejar, comparar y confrontar la información. Eso se logra visitando sitios de información. Son millones. Eso te da una alternativa que no existía hasta hace un tiempo, cuando vos eras rehén de Telenoche, o de Telefé, o de La Voz del Interior, o del Grupo Clarín, o de quien fuere. Cada uno de los temas y cualquier tipo de actualidad es confrontable e investigable por medio de la web. En ese sentido, cuando hablo de un contraopinador creo que es aquel que, en el mundo de la opinión -que es el mundo de la información y del debate, de la doxa-, tiene vías de investigación como para poder contraopinar. Es decir, hablar contra la opinión pública, que se forma por medio de una especie de complicidad general y de reconocimiento mutuo de ciertas idiosincrasias y de información que va y vuelve en estas hegemonías y homogeneidades…

- ¿Actualmente no publicas artículos en medios gráficos?
- Yo he publicado muchísimo en todos los medios, pero también me he retirado. Primero, porque no tengo una ideología acorde a los medios y todos tienen alguna. No soy progresista, que es como el carnet para entrar en un medio como Página/12 o Clarín; tampoco soy liberal republicano para escribir en La Nación. Y no me gusta que me esperen, no solamente por los temas que quieren que escriba si no también por los tonos. Tengo varios tonos. Me divierto mucho, provoco bastante, soy irreverente. No me pueden moldear. También escribo en un tono muy serio y académico. Necesito libertad de expresión. Es decir, expresarme como quiero: que no me pongan moldes ni ideológicos ni estilísticos. Y eso es casi imposible.

La protesta del campo
- ¿Cuál es tu análisis sobre el conflicto entre el gobierno y los ruralistas?
- Este conflicto es el síntoma de un problema complicado que está pasando el país. Es un cuello de botella. Es un techo de producción. Es un límite, un cenit del consumo al que se llegó. Se gastaron las pilas. Es muy difícil cambiar, porque cambiar significa enfriar la economía, y eso tiene consecuencias sociales. Y como siempre ha pasado en la Argentina, el problema no es económico… El cuello de botella es político. Es decir, en el momento en el que un plan económico da algunos resultados, como éste que sacó a la Argentina de un pozo depresivo muy fuerte en el 2002 y estimuló la economía durante un tiempo, llega a su límite y hay que cambiarlo. Porque si no se lo cambia, provoca un desastre. Lo mismo pasó con Menem. Pero para cambiarlo se necesita, primero, coraje; después, un consenso político y la determinación. Eso es lo que en este momento está enfrentando el gobierno. La protesta del campo es un síntoma. El problema, entonces, es político. Es decir, ¿cuáles van a ser los grupos, las alianzas que se van a poder armar? ya sea con los gremios, con los industriales y con el mismo campo para poder ponerse de acuerdo. La participación de las fuerzas políticas es relativa, porque está únicamente el Partido Justicialista como algo fuerte. Para que el país no sufra nuevamente un desmoronamiento -que no será como el del 2001, será distinto-, se necesita una fuerte alianza política.

- ¿Cuál es el rol que jugaron los medios de comunicación en el conflicto y cómo ves la polémica que se desató con el gobierno?
- Nada nuevo bajo el sol. El gobierno se pone muy nervioso por la situación. Indudablemente, si hay una protesta con trescientos cortes de ruta, los medios no pueden no darle importancia. No solamente del gobierno viven los medios, también de empresas y avisadores. Por la mínima credibilidad, no pueden no mostrar eso. Pero este gobierno, a través de un grupo de inversores aliados a la política, y al ver que la situación política se les vuelve en contra, quiere tener medios propios. Entonces, están viendo qué alianzas pueden hacer para evitar a los medios que no pueden manejar a su antojo y crear sus propios medios, como lo hacen muchos grupos políticos. Comprar medios, asociarse, debilitar; es decir, entrar en una guerra mediática.

- En este marco, ¿cuál es tu opinión sobre la creación del Observatorio de Medios integrado por profesores de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA?
- Yo creo que merecen una patada en el culo, más que una opinión. Son olfas del poder. No se puede creer lo que hacen estas carreras de facultades de ciencias sociales que, se supone, enseñan pensamiento crítico. Coronándose con Benjamin y con Karl Klauss toda la vida, haciéndose los grandes subversivos del pensamiento, son lo más chupamedias que se nos pueda ocurrir. Lo que hacen con tal de salir en una foto y que se hable de ellos y de una Facultad que va bastante a la deriva, enseñando de todo y nada. Han podido figurar en un lugar que les encanta: al lado del poder y, al mismo tiempo, sentirse perseguidos por los medios masivos de comunicación como si fueran víctimas de alguna especie de complot. Igual que Cristina, en ese sentido. Muy mediocre, muy penoso y lamentable, a la altura de ciertos profesores y decanos que han mostrado lo que son. Me parecen sirvientes, que usan una autoridad académica para formar parte de una especie de “stalinismo”. Primero, que no van a controlar nada porque no entienden nada. Es increíble que la carrera de comunicación se convierta en un buchoneo de periodistas y que, después de tanto bregar por la libertad y la crítica, termine espiando a los periodistas para decirle al poder qué periodista no responde. De eso se trata esta especie de “KGB” carnavalesca.

Los medios y el terror a la complejidad
- ¿Por qué creés que es necesario promover un encuentro entre la filosofía y el periodismo?
- La palabra periodismo es demasiado grande. Al periodismo no lo hacen sólo los periodistas sino los analistas de la actualidad, entre los que me cuento. El periodismo es una pieza ineludible del pensamiento. No hay filosofía sin periodismo. Es decir, no hay filosofía sin análisis de la actualidad. La filosofía no es hablar de Hegel. La filosofía es pensar lo que sucede. Hacer lo que hicieron Spinoza, Platón, Séneca, Hegel, Marx o Nietzsche: pensar su tiempo. Y lo hicieron con los medios que les daba su tiempo. También los periódicos, desde Kant en adelante y antes también, fueron fundamentales para la formación filosófica e intelectual. Lo que sucede es que los diarios, y el periodismo en general, le tienen terror a la complejidad. Entonces, como piensan que todo el mundo es idiota -salvo ellos que manipulan la idiotez-, siempre te piden que “bajes”. Piensan que hay alturas y llanuras, y que la gente chapotea en la ciénaga. No quieren que se complejice nada y piden que todo se traduzca a un idioma que es el que ellos usan. Eso a veces crea ciertos problemas. Porque tienen un estereotipo del oyente y del televidente, quien puede perfectamente entender una comunicación que ellos no quieren dar. Entonces, a veces el periodismo te impide plantear problemas porque lo que quieren es enviar en envases soluciones vendibles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario