domingo, 5 de julio de 2009

Conciencia (anti) capitalista


Política
Internacional
- Ideologías

Al continuar con material que suma líneas de reflexión para pensar la realidad política de nuestros países, presentamos párrafos de gran interés extractados de un reportaje más extenso.
Están los enlaces al final para una lectura más completa.

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El socialismo es represivo en sentido freudiano:

reprime el ello desencadenado para constituir un yo civilizado.

Entrevista a Santiago Alba, pensador español.
Por: Marcelo Colussi

Argenpress: El triunfo de la izquierda que algunos daban por descontado décadas atrás -quizá con un triunfalismo excesivo, vacío incluso- hoy día parece lejano, casi utópico. Las propuestas de izquierda son presentadas como 'fuera de moda', y contar con una opción socialdemócrata ya puede considerarse como todo un avance. ¿Qué está pasando con la izquierda en el mundo? ¿De verdad ya no tienen vigencia esos planteos?
Santiago Alba: Si nos arriesgamos a hablar de la izquierda en abstracto y en general, conviene hacer dos consideraciones también generales. En primer lugar, no creo que sea cierto que la izquierda política haya retrocedido en los últimos años. Más bien, al contrario, podemos decir que, en torno al eje cronológico de las protestas de Seattle y a pesar del retroceso experimentado tras el fracaso de las movilizaciones contra la invasión de Irak, la cantidad global de conciencia anticapitalista no ha dejado de aumentar en los últimos diez años, aunque no en la misma proporción que la masiva, omniabarcante agresión del capitalismo. Parafraseando a Malthus, el problema es que la conciencia anticapitalista crece de un modo aritmético e individual, sin llegar a cristalizar en movimientos u organizaciones capaces de equilibrar las fuerzas, mientras que la agresión capitalista aumenta de un modo geométrico o exponencial y se vehicula a través de una verdadera internacional de la injusticia muy bien organizada en todos los campos, tanto constructivos como destructivos (mediáticos, legislativos, económicos, represivos y militares). En estas condiciones, podemos concluir que, cuanta más conciencia individual anticapitalista hay, más aumenta precisamente la conciencia de la derrota, el fracaso y la impotencia. Y cuantos más individuos de izquierdas hay -como se ha puesto de manifiesto en Europa- menos representación institucional tiene la izquierda.
La segunda consideración tiene que ver con el hecho de que, mucho más que la conciencia anticapitalista, ha aumentado la resistencia anti-imperialista, pero ahora ocurre que el anti-imperialismo, al contrario de lo que ocurría hace 30, 40 años, no es mayoritariamente de izquierdas. Porque existían organizaciones poderosas y tradiciones vivas -incuso si algunas eran nefastas- izquierdismo y anti-imperialismo parecían naturalmente geminadas: Vietnam, por ejemplo, concitó sin vacilaciones el apoyo de toda la izquierda mundial. Hoy izquierdismo y anti-imperialismo son líneas separadas con apenas algunos puntos de intersección (Colombia): los grandes focos de agresión y resistencia directa (Palestina, Afganistán, Irak, Líbano) plantean sobre todo perplejidades a los anticapitalistas. Cualquiera que sea nuestra posición frente al protagonismo anti-imperialista de movimientos identitarios y religiosos, cualquiera que sea nuestra explicación de esta transformación inocultable, sería absurdo negar que este desplazamiento y esta bifucarción son, sobre todo, una gran victoria del imperialismo (en la que ha trabajado larga y minuciosamente tras la derrota de la Unión Soviética en la Guerra Fría).
En cuanto a la vigencia de los análisis y planteamientos marxistas (para no andarnos con eufemismos) están tan trágicamente vigentes como lo está su propio objeto de pugna: el capitalismo. Lo está aún más que en tiempos de Marx, porque el capitalismo, que ignora al mismo tiempo los límites físicos y las diferencias antropológicas y morales, ya no amenaza sólo las vidas o el bienestar de algunos seres humanos -por muchos que fueran- sino la supervivencia misma del planeta. El capitalismo no es el pasaje doloroso a un régimen de justicia general -socialismo o comunismo- sino la implosión interior, a fuerza de crecimiento, de una exterioridad total más allá de la cual no hay nada (o sólo la nada). El socialismo no viene después del capitalismo sino antes de él. El socialismo, el comunismo, no son ya una cuestión de orientación o sensibilidad, ni siquiera de necesidad sobre el terreno, tampoco de conciencia de clase, sino de conciencia en general. El problema es que la 'conciencia en general', por muy aguda o trágica que sea, no transforma nada; separada de la tierra, desprendida en el aire de los otros seres humanos, sin organización ni poder, es tan insoportable que acaba más bien suicidándose en favor del enemigo (bien a través de narcóticos tecnoconsumistas, bien a través de extremismos inoperantes)…”

Toda la documentación puede encontrarse en
> http://www.enlazandoalternativas.org/spip.php?article251
> http://www.argenpress.info/nota.asp?num=057064&Parte=0

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